Con motivo de la celebración del
50 aniversario de Cartonajes Font, entrevistamos a uno de sus fundadores, Josep Mª Font, para hacer un repaso a la trayectoria de la empresa a través de sus vivencias.
¿Cómo se encuentra usted personalmente? Pues muy bien en todos los aspectos, pero desde hace un año, con una actividad muy condicionada por la incertidumbre que genera la pandemia del COVID-19.
¿Cómo empezó todo? Mis suegros eran fabricantes de planchas de cartón ondulado y con Asunción, mi mujer, decidimos seguir la cadena de valor fabricando cajas de cartón.
Empezamos con la construcción de
una nave de 450 metros cuadrados en un terreno de mis padres y la compra de unas máquinas usadas para la fabricación de cajas de cartón ondulado.
El coste total fue de 7.500 €. (1.250.000 pts) que fuimos devolviendo los años siguientes.
¿Cómo ha sido la evolución de la empresa? Desde el arranque inicial,
en 1971, con 3 empleados hasta hoy con más de 200, hemos seguido una política de inversión con el objetivo de ser competitivos en todo momento. También
hemos puesto toda la organización al servicio de las necesidades de nuestros clientes. En 1973 ya ampliamos nuestro local y la maquinaria, más adelante, cada dos o tres años, se siguieron realizando ampliaciones del local y mejoras en la maquinaria hasta llegar al día de hoy con
5 plantas de producción y 50.000 metros cuadrados de naves. Con
espíritu innovador al servicio de nuestros clientes fabricamos una gran cantidad de productos que conforman el catálogo más amplio del sector.
¿Cómo ve la empresa tras estos 50 años de trabajo? Desde el solar que todavía era una viña, hasta la fábrica de hoy en día, hay un gran recorrido. En los primeros años, recuerdo el paso de
muchas personas que con unas condiciones de trabajo mucho más duras que las actuales,
colaboraron de manera sencilla y honesta al progreso del que disfrutamos hoy. No es que haya sido fácil, pero los años han ido pasando sin darnos cuenta porque siempre hemos tenido objetivos que, tras alcanzarlos, daban paso a otros más ambiciosos que poníamos en marcha. Me queda la satisfacción de haber trabajado siempre para la mejora de la empresa.
¿Y el futuro? Desde que hicimos el cambio generacional la empresa se ha adaptado fácilmente a las nuevas tecnologías. La información que se obtiene en tiempo real a través de los programas informáticos facilita mucho la toma de decisiones.
Veo todo el equipo humano muy motivado para seguir en el camino de la mejora continua en todos los departamentos
¿Quiénes fueron vuestros primeros clientes? ¿Cuál es su perfil? Recuerdo que el primer pedido fue para las
cavas Joan Miró de Sant Sadurní d’Anoia. Al principio todas eran empresas familiares de sectores muy variados. Por ejemplo,
Industrias Batlle de Balle, de Capellades, que fabricaban productos de celulosa,
Pack de Avinyonet que hacían portaequipajes para automóviles,
Lámparas Zaragoza o el elaborador de bollería industrial
Antonio Ballabriga. También empezamos a hacer cajas para
Capsulas Metálicas o Chocolates Simon, que siguen activas con una gran trayectoria.
Por último, ¿podría contarnos alguna anécdota graciosa o divertida de estos 50 años?
ERROR DE FABRICACIÓN El primer pedido de un camión completo que enviamos nos lo devolvieron porque confundimos las medidas de largo por las de alto. Las medidas de las cajas son largo x ancho x alto y, en aquella ocasión, fueron alto x ancho x largo. El volumen de las cajas es el mismo, pero la abertura de la caja resultó ser en una cara diferente a la demandada. Afortunadamente, en estos 50 años no nos ha vuelto a pasar.
SALARIO Cuando el salario semanal era de 1.300 pts (menos de 8 euros), un operario me comentó que necesitaba cobrar 2.000 pts (12 euros) para poder pagar un SEAT 600 de segunda mano que había adquirido y se comprometía a trabajar las horas que hicieran falta. Sin duda, eran otros tiempos.
ROBO CON DNI En las paredes de la fábrica había unos ventanales de hormigón con cristales. Una noche un joven, que debía ser muy delgado, rompió uno de los cristales y se coló hacia el interior de la fábrica. Encontró la oficina, vació todos los cajones por el suelo y se marchó, dejando un reguero de cerillas con las que se iba alumbrando. Así, pudimos saber por dónde se movió. Al entrar o al salir, tuvo la mala suerte de que se le cayó la cartera con el DNI y algunas pertenencias.
LÁMPARAS ZARAGOZA Nos encargaron fabricar un embalaje para una lámpara con 5 globos de vidrio de unos 20 centímetros de diámetro. Al entregar la muestra, el dueño de la empresa cogió el embalaje y, con la lámpara dentro, lo tiró desde un segundo piso por el hueco de la escalera. Ninguno de los globos se rompió, lo recordaré toda la vida.